En la Antigüedad se asociaba la hermenéutica o interpretación de los sueños precisamente con una excepcional gracia o intervención celestial reservada a algunos profetas, y no necesariamente -como se entiende en la actualidad- como un camino de traducción simbólica dependiente únicamente de una mente adiestrada en cursos sobre psicología profunda.
No obstante, el universo de los sueños tiene aquella evasiva cualidad que comparte con todo lo que es sagrado y espiritual, esto es, la imposibilidad de dar por cierto nada desde las limitaciones de nuestro ego, y sí abordar su sabiduría únicamente con una gran humildad personal, fuerte voluntad de aprendizaje, y el mismo pedido de inspiración y asistencia angélica que antaño.
De lo que podemos estar seguros es de la inutilidad de los diccionarios de sueños y de las traducciones reduccionistas de algunos psicoanalistas freudianos de limitar cada símbolo onírico a su parecido por ejemplo, a categorías fálicas o de castración (cigarros, paraguas, cierres de monederos, etc.). Las preocupaciones emocionales de los niños en la edad edípica pueden aparecer en alegorías de sueños, pero no podemos trasladarlas al resto de la vida adulta en personas evolucionadas no afectados por una neurosis.
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Hace 14 años